—Si te vas, prometo llevar una vida honesta —dijo Komako, y le dio la espalda y se alejó arreglándose el pelo. Pero cinco o seis pasos después giró en redondo—: ¿Qué pasa ahora? ¿Vas a quedarte ahí parado toda la noche?
Shimamura no contestó; se limitó a mirarla.
—¿Esperarás, entonces? Muy bien. Y cuando vuelva me llevarás a tu habitación.