carácter intelectual. Esas combinaciones también están presentes en El acorazado Potemkin, pero lo están de una forma más clara, más integrada al desarrollo de la “historia”, con mayor concreción —podríamos decir— frente a esa cuota de abstracción de las otras tres películas que son menos “narrativas” y poseen un nivel diegético más elaborado y sometido a un proceso de intelectualización que, en todo caso, en El acorazado Potemkin es bastante más accesible.
En La huelga, por ejemplo, Eisenstein impone el recurso del llamado monta