Dios fulmine a la que escriba sobre mí

Los objetos son inertes y sólo tienen significado en función de la vida que los emplea. Cuando esa vida se termina, las cosas cambian, aunque permanezcan iguales. Están y no están allí, como fantasmas tangibles, condenados a sobrevivir en un mundo al que ya no pertenecen.

Marguerite Yourcenar decía que una de las mejores maneras de conocer a alguien es a través de sus libros. Algo de verdad debe haber ahí.

objetos de quien muere son algo así como utilería en una película que ya se terminó de filmar. Reposan en el limbo de haber cumplido su propósito.

El abrazo más necesario. Somos también lo que hemos sido para las demás.

proyecto de la vida, Goliardos

Con frecuencia se me olvida que el nombre de Goliardos es, deliberadamente, destino. En el medievo, los goliardos eran monjes itinerantes que le cantaban a la vida entendida como beber, coger y disfrutar

Todo lo poseíamos, pero nada teníamos; íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto.

menos para mí, aunque en la escala monetaria del mundo,18 no se vea reflejado. Qué gusto que los libros no tengan sentimientos.19 Mi papá también tenía valor, aunque en la escala monetaria del mundo, no se viera reflejado.

El envejecimiento de los padres es algo para lo que ninguna progenie está preparada.

Hay que morir inspirando amor (si se puede)». Auster reflexiona sobre «lo difícil que resulta inspirar amor, en particular para alguien que está en la vejez, que se está sumiendo en la decrepitud y se encuentra al cuidado de otros. Si se puede. Probablemente no exista mayor logro humano que merecer amor al final, manchando el lecho de muerte con babas y orines».