Dios fulmine a la que escriba sobre mí

Los objetos son inertes y sólo tienen significado en función de la vida que los emplea. Cuando esa vida se termina, las cosas cambian, aunque permanezcan iguales. Están y no están allí, como fantasmas tangibles, condenados a sobrevivir en un mundo al que ya no pertenecen.

Marguerite Yourcenar decía que una de las mejores maneras de conocer a alguien es a través de sus libros. Algo de verdad debe haber ahí.

Espero que mis gatas del futuro sean grandes lectoras porque, como van las cosas, serán mis herederas universales.

objetos de quien muere son algo así como utilería en una película que ya se terminó de filmar. Reposan en el limbo de haber cumplido su propósito.

El abrazo más necesario. Somos también lo que hemos sido para las demás.

Me pregunto en qué medida mi frialdad abonó al dolor de mi papá y en qué medida, desde mis dudas sobre la valía de sus elecciones, incrementé una sensación de fracaso (¿sentía que había fracasado o es mi miedo hablando?). Pienso en cuántas excusas me puse a mí misma a partir de las cosas que hizo él. Me enfrento a la magnitud de la acción y reacción. Como sucede con frecuencia, él y yo entramos en un ciclo de pinzas engarzadas del que no pudimos movernos por años. Nos aferramos en el sentido más profundo del término.

. e. cummings que tanto le gustaba: «flota el poema aunque el mundo y el deseo se hundan».

oso viejo a veces tenía mal carácter, pero nunca dudé de su gran corazón

soñar para luchar, no para evadir.
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algo profundamente revolucionario. El impulso de jugar a cambiar el mundo, el juego más serio de todos.