Dios fulmine a la que escriba sobre mí

Los objetos son inertes y sólo tienen significado en función de la vida que los emplea. Cuando esa vida se termina, las cosas cambian, aunque permanezcan iguales. Están y no están allí, como fantasmas tangibles, condenados a sobrevivir en un mundo al que ya no pertenecen.

Marguerite Yourcenar decía que una de las mejores maneras de conocer a alguien es a través de sus libros. Algo de verdad debe haber ahí.

Espero que mis gatas del futuro sean grandes lectoras porque, como van las cosas, serán mis herederas universales.

objetos de quien muere son algo así como utilería en una película que ya se terminó de filmar. Reposan en el limbo de haber cumplido su propósito.

El abrazo más necesario. Somos también lo que hemos sido para las demás.

Hago arqueología de la desgracia de no reconciliarse a tiempo, a pesar de las mejores intenciones

La depresión ajena no es algo que esté en tu control, una plana que diga

vuelvo de pronto una persona acrítica pero gozosa, ya no quiero pensar en todos los hilos que mueven el mundo, en las intersecciones desgraciadas de nuestras existencias, en las violencias omnipresentes, quiero existir nada más dentro de los libros, usarlos, como algunas personas han dicho, como una evasión preciosa.

No sé si haya manera de ser justa con un recuerdo. Supongo que cuando hablan de que las relaciones siguen aunque las personas ya no estén se refieren a eso. Más allá de quién fue y qué hizo en la vida, cuando dialogo con el fantasma, dialogo con mi propio dolor, pero también con sus acciones. Es un proceso biológico de reconstrucción y reconstitución de la subjetividad. Construimos lo que es inasible de nuestra propia experiencia, pero también de lo que observamos de las demás personas. Horas de escribir y recordar como sucesión de instantes, páginas y palabras en líneas construyendo un sentido y armando un mundo que no existía antes de ser tecleado.

Se me ocurre que él creía esa locura de que la poesía puede sanar el mundo. No hay mejor definición de un idealista, en pie de lucha para resarcir entuertos desde los sueños, cual Quijote moderno. Me acuerdo de pronto de un verso de e. e. cummings que aparece en múltiples goliardos: «morirá el pensamiento que no nazca del sueño». Mi papá lo completaba así: «siempre y cuando no olvidemos las palabras de Westfallen: el sueño no es un refugio, sino un arma».