Por ejemplo, al estar acostumbrados a vivir en un sistema donde la ley no existe, es decir, donde ésta es tan sólo una herramienta en las manos del Partido, y donde la efectividad de la acción es el único criterio, se hace difícil imaginar un régimen donde cada ciudadano, del más grande al más pequeño, se sienta vinculado por preceptos jurídicos.