La estructura, y no la extensión, es por tanto el factor primordial que distingue a los microcuentos. Los cuales, a mi modo de ver, no resultan del todo asimilables a los textos escritos por la mayoría de maestros del género breve durante el siglo pasado: de Borges, Ocampo o Cortázar a Ribeyro, Bryce u Onetti, pasando por Chéjov, O’Connor o Cheever. Por el contrario, los microcuentos parecen constituir un auténtico subgénero, puesto que poseen sus pequeñas pero rigurosas leyes internas.