Veinte años después, Fefe vuelve al pueblo, a Malihuel. Ahí pasó veranos entrañables, que sobreviven ingrávidos en la memoria. Pero regresa con otros fines, para escribir un guión o una novela, para desentrañar el asesinato de Darío Ezcurra, ocurrido durante la dictadura, al amparo de una violencia en la que parecía no hacer diferencia un muerto más. Sin embargo la historia sí hace esa diferencia.
A medida que Fefe comienza su investigación no encuentra silencios o salidas esquivas, sino multitud de voces con deseos de contar. Los habitantes del pueblo, los ciudadanos de a pie, reconstruyen el crimen, especulan con sus causas, ejecutan su propio ajuste de cuentas. Van completando un rompecabezas donde las piezas no siempre calzan con precisión, donde ellos también son piezas y no meros testigos ajenos al pasado. Los relatos reponen la vida durante la Dictadura, las complicidades y las miserias, los negocios oscuros, marcados con sangre y las disputas familiares. En la intersección de esos mundos está la clave de la muerte de Ezcurra. Hay culpables precisos, y, naturalmente, no hay inocentes absolutos.
Con un manejo deslumbrante del suspenso y la escritura, Carlos Gamerro teje una trama de narraciones múltiples, permitiendo que la historia se vaya asentando en la suma de las distintas versiones. El dibujo final es el de un pueblo, y un narrador, que no pueden escapar a la responsabilidad de esa muerte. Un pueblo que de algún modo se puede entender como si fuera la Argentina entera. Porque El secreto y las voces es la gran novela sobre el lugar de los argentinos durante la dictadura.