Cuando Adelaide Adams recibe una postal de su amiga y rival Ella Trotter desde los Ozark, se da cuenta enseguida de que algo va mal. Sus palabras demasiado alegres y su petición urgente de un libro sobre fenómenos paranormales resultan de lo más sospechoso; además, habla de una estancia en el Hotel Lebeau salpicada de insólitos incidentes y sesiones de espiritismo.
El responsable de todas las sugestiones sobrenaturales entre los huéspedes resulta ser el profesor Matthews, quien intenta ponerse en contacto con la hija del millonario Thomas Canby, fallecida por suicidio un año atrás. Cuando, durante la última sesión, el propio magnate aparece asesinado, la situación degenera hasta tal punto que el sheriff no encuentra más solución que arrestar al profesor. El asesino, sin embargo, no parece dispuesto a parar; y si a ello se añaden varios gatos destripados y una tormenta que impide cualquier conexión con el pueblo, hay elementos de sobra como para que, en una inesperada alianza, Adelaide y el periodista Chet Keith intenten desentrañar el enigma del Lebeau.
La pluma de Blackmon, maestra indiscutible del Had-I-but-known, destaca aquí una vez más tanto por su inquietante y fluida trama como por la ironía y sagacidad de su atípica detective.