A un pueblo perdido de la provincia de Buenos Aires llega, a deshoras, un actor de reparto. Para Archi, actor de segunda fila, cincuentón divorciado y desencantado, la amistad es una de las pocas cosas que aún valen la pena… aunque sea postmortem. Y el extravagante objetivo de su viaje es trasladar los restos mortales de un viejo amigo cerca de su anciana madre. La ex esposa del difunto, la bella y lejana Viviana, le ha pedido ese favor. Pero lo que debía ser un trámite burocrático ante el ayuntamiento local se transforma, al paso de las horas, en un traspié existencial que lo acerca peligrosamente al abismo y lo convierte, por fin, en protagonista de una historia que merece ser contada. Entre terratenientes peligrosos y prostitutas demacradas, Archi descubre que la desaparición de su amigo no ha tenido nada de accidental. En los ojos de una misteriosa mujer, el actor metido a detective intuye un peligro que sobrepasa todo lo que ha vivido en su mundo de ficción. Quizá, después de todo, su amigo le mostró el camino y la única forma de salir de ese pueblo sea dentro de un ataúd. Buscadores de oro nos sumerge en una trama de sectas y de alucinaciones, de fantasmas que buscan su revancha, de pequeños quijotes que arremeten, nada más que por sobrevivir, contra los molinos digitales del oscurantismo y confirma que Guillermo Orsi tiene sobrado talento para recrear todo el sabor del más clásico género negro.