Entramos en la era digital a través del poder de las grandes tecnológicas –Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft— y de su influencia en las nanociencias, las biotecnologías, la informática y las ciencias cognitivas. El impulso alcanzado por el transhumanismo, que se propone modificar al ser humano mediante la tecnología hasta conquistar la inmortalidad, es particularmente inquietante. Esta devoración digital procede no solo de la hýbris de sus empresas, sino también de la de los seres humanos y de la servidumbre voluntaria a la que consienten sin advertirlo. Frente a estos desarrollos, es urgente reponer al sujeto y su responsabilidad. Los avances tecnológicos no deben enceguecernos: lo que vemos hoy como un progreso puede manifestarse mañana como un fenómeno peligroso. Los desafíos de lo digital son también desafíos para el psicoanálisis. Nos toca recogerlos, más allá de todo catastrofismo o de toda ilusión tecnológica.