Amo a Guadalajara, con todo y su chovinismo, con su lenguaje de ritmo tan peculiar, duro y franco; con sus hipocresías y disimulos, con sus visiones particulares, con su segregación de clases y sus pretensiones de gran señora. Amo a Guadalajara con su historia llena de héroes olvidados, con sus hermosos edificios de cantera y su herida profunda, sangrante, al fondo de la barranca de Huentitán.