Pero ahí estaba mi mamá, aunque joven, menor de treinta años, con su sabiduría de anciana, con su amor, con su compañía, sanando mi mundo… Y unos minutos más tarde un pocillo en la lumbre que expedía humo, y el humo un aroma a dulce. Mamá curando un beso violento, abusivo, con un beso al alma. Desde entonces, para el estómago y para el corazón, el anís es un beso de amor.