Transporte a la infancia

El mismo joven llamó a otro joven, y ese otro joven llamó a otra joven, se formó un grupo para saber en qué fila ponerme (adultos siendo estúpidos con las infancias, qué novedad).

Con el tiempo, esto que tanto critican en las revoluciones del género y los feminismos, para mí se volvió una forma de apapachar a las personas que quiero y están cerca. Limpiar puede ser relajante ante el estrés. Y a mí me gusta, desde entonces, ser ama (y dueña) de casa. Porque, como dijera Pita Amor: “Yo soy mi casa”.

Así que sí, las mujeres, todas las mujeres, parimos y damos vida… porque somos vida.

Rompí lo que alcancé con cuidado y orden.

Cuando estaba terminando de darme el último golpe sobre la segunda mano, la pateé en la espinilla y le escupí diciéndole: “A mí no me pegues, vieja tonta”.

Eso no se hace, no seas cochina. No se comen las cosas del suelo porque tienen bacterias”.

señora de pulcritud y policía de las buenas costumbres, o monja ofendida de colegio burgués,

una mezcla de asombro y chocantería. Y si gustan, hasta de fobia,

Una TOC en potencia, perdón.

Julián era muy cruel y regañón para exigirnos memorizar y no dudar al dar las respuestas. Su sola mirada era suficiente para sabernos regañadas e intimidadas. Y sus gritos lo complementaban.