Pero, queridísimo y encantador señor director —dijo el ayudante con voz de campanilla—, nuestro equipo lo llevamos siempre encima, ¡aquí esta!, eine, zwei, drei —y moviendo sus rugosos dedos y ante los ojos de Rimski sacó un reloj por detrás de la oreja del gato. Era el reloj de oro del director, que llevaba, hasta entonces, en un bolsillo del chaleco, bajo la abotonada chaqueta, y con la cadena pasada por el ojal