Aquel que recibe de mí una idea, recibe una instrucción que en nada merma la mía; de igual modo que quien se ilumina gracias a mi idea, toma esa luz sin oscurecerme a mí. Parece peculiar y benevolentemente diseñado por la naturaleza el que las ideas se expandan en libertad, de uno a otro, por todo el globo, para la instrucción moral y mutua del hombre y para mejorar su condición, y de ahí que la naturaleza las haya creado, como el fuego, expandibles sin límite por el espacio, sin que en ningún momento pierdan densidad; y, como el aire en que respiramos, nos movemos y mantenemos nuestro ser físico, incapaces de quedarse confinadas o de someterse a una apropiación exclusiva. Las invenciones, por naturaleza, no pueden ser sujeto de propiedad.