Empieza la representación. Rita se pone de codos en el antepecho, saca fuera el busto, y bebe, absorbe el drama; o mejor dicho, el drama la absorbe a ella, la arrebata momentáneamente a la realidad, la desprende de sí propia; como la de los extáticos, su alma sale de su cuerpo minado por la enfermedad, codiciado y reclamado por la tierra, y se mete en el cuerpo vibrante de la actriz; sus labios, en un balbuceo, repiten los párrafos más conmovedores, las frases más efectivas; y mientras el agua que duerme en el fondo de sus pupilas tenebrosas salta un momento a la superficie, en chispas de diamantes, se vuelve hacia mí y repite:
-¡Qué hermoso! ¿Verdad? ¡Qué hermoso!… ¡Me enternezco! ¿Qué, a usted no le gusta?