Ha llegado el frío del invierno, y la aguanieve se mueve en el aire, miro el plomizo fiordo y pregunto: ¿Qué hago aquí? Las colinas me miran con ojos fríos, no estoy más en casa aquí que en otros lugares, ¿qué pretendo hacer aquí? El que se ha fugado no vuelve a encontrar el camino a casa, ¿por qué no voy a esconderme a un sitio donde nunca haya estado? Me voy a la cabaña de madera del prado y cierro la puerta, pero el viento ruge y aspira, la lluvia cae a cántaros y aporrea, los pensamientos se tejen y yo me retuerzo porque: Estoy sola. El corazón da sacudidas y saltos, encerrado detrás de las costillas. Me convertí en una persona sin hogar, sigo siendo una persona sin hogar, y el desasosiego no cesa. El granizo azota el cristal de la ventana, y hay dientes que roen las paredes, nudillos en las puertas, patas que andan, seres que suspiran y quieren entrar, y llega el miedo y la gran oscuridad de los bosques, y encima de mí cuelga el cielo como una piedra a punto de ahogarse.