En los tiempos en que el politeísmo era prácticamente universal, los conquistadores que tomaban un nuevo territorio tendían a asumir también sus dioses locales. Si ya se adoraba a varias docenas de dioses, no resultaba un problema hacer sitio a unos cuantos más.
Pero entonces llegaron el monoteísmo y la fe en un único dios verdadero, y todo cambió. «Los griegos y los romanos habían respetado a los dioses antiguos [antes de la conversión de Constantino],
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pero el monoteísmo es por su misma naturaleza intolerante», escribe la egiptóloga Barbara Mertz. Los jeroglifos, como emblemas de las malas viejas costumbres, fueron objeto de especial condena. Y, una vez prohibidos, no tardaron en olvidarse.
En olvidarse