Frente a esto, argumentaban, la violencia de los pobres es una respuesta comprensible».63 Los obispos argentinos, habiendo experimentado otro golpe militar en 1966, y reconociendo que muchos en la Iglesia estaban «seducidos por el marxismo», hicieron pública su propia interpretación del CELAM en la Declaración de San Miguel de 1969, que coincidía en su condena del marxismo, la protesta social y los desafíos a la autoridad, pero también promovía la idea de que el pueblo debía ser agente activo de su propia historia, afirmando que «la actividad de la Iglesia no solo debería estar orientada hacia el pueblo, sino también, y principalmente, derivar del pueblo».64