Esta novela se caracteriza por su barroquismo lírico; la anécdota es sólo el esqueleto de una serie de reflexiones, pensamientos que siguen su propia lógica, alejándose en cada palabra; también lo es de fragmentos poéticos, citas, que son como el eco que sintetiza la voz de los primeros. Es una reflexión sobre las grandezas y miserias de ese lenguaje “que no va a ninguna parte” y que a pesar de ello nos solicita. La autora nos invita a una ceremonia melancólica que, si bien no repara la pérdida acaso la atenúa, a través de una escritura osada, desprotegida, a la intemperie, señala Sylvia Molloy en la presentación. La historia, sin embargo, no deja de tener su importancia, pues se trata de una historia de exilio, separaciones y esperas.