En Mantra de remos un documentalista y un guionista, quizás un padre y un hijo o dos amigos, revisan planos, archivos y diarios. El hijo le recuerda la gramática al padre mientras él equivoca fechas y bebe un poco de vino. En esas fotografías se despliega la madurez de una voz poética, que teoriza sobre nuestra identidad sísmica o sobre
la muerte esculpida en cualquier secuencia cinematográfica. Y lo hace con un cuidado filial hacia el lenguaje, similar al que une al padre con el hijo. Pues pareciera que cada poema ha sido leído en voz alta y editado sobre una montaña. Mantra de remos sintetiza las tensiones internas de la escritura de Carrasco, aquellas imágenes punzantes como ventisca cordillerana, que esculpen una experiencia poética matizada por la ironía y la belleza. En estas páginas asistimos a un tono más íntimo, porque la cámara
en movimiento que caracteriza sus poemas parece haberse disuelto con las ondas que genera el mantra de los remos.