La venganza

Lina sabía que no era todo su mérito. Titania (le ardía el estómago cada vez que pensaba en ella) le había aconsejado que enamorara a Cerberus.

—Hijita, eres lo único que me queda. Hagas lo que hagas estoy de tu lado. Y si alguien intenta separarme de ti, tendrá que pasar sobre mi ca… Bueno, ya sabes.

Todo lo que acabamos de decirte también lo leímos —reconoció Imogene—. Ni Ariel ni yo tenemos experiencia personal. No tenemos la facultad para entrar a Cruxos.

Una nueva vida había dado comienzo. Se abría un futuro donde las palabras siempre, siempre tenían una oportunidad en el mundo.

Pero lo quisimos tanto, aunque nos dimos cuenta muy tarde.

«Adiós, amada mía, me voy a la guerra pero volveré, vivo o muerto, o las dos cosas».

—Iniciando nuestra propia leyenda.

El rumor corrió como rata en época de peste negra

En algún momento dejó de ser ella: se convirtieron en ellos.

—Pero morí… —dijo Lina—. El oráculo mencionó que morirían dos talismanes.

—Y moriste, claro —aseguró Ariel—. El oráculo se cumplió; además, la tibia que mencionaron los esiartis ya no existe. Porque ya ni siquiera eres humana.