Un hombre decide quedarse acostado en su cama todos los domingos y, mientras lo hace, se graba a sí mismo imaginando historias de amor. Podría parecer el video de alguien mediocre y estéril, pero la novela explora el movimiento y la fertilidad imaginativa de ese aparente sedentarismo moderno. La historia imaginada es la de Juan y Carolina, una pareja que se enfrenta a las frustraciones, las vergüenzas, las separaciones, las certidumbres y las dudas que el amor exige y a las que conduce. Alrededor de estas implicaciones del amor, que fluctúan entre un apología y una traición al melodrama, se va definiendo y poniendo en duda cuál es el don que cada uno posee. Juan no sabe muy bien si su don es ser un gran cineasta, tener la capacidad de tener sexo con un número de mujeres que progresivamente va aumentando, la sensibilidad o el amor. El don de Carolina puede ser el amor a su esposo, la desacralización de la maternidad, la doble paternidad de sus hijos compartida con Juan, su divertida sexualidad o la capacidad para estar siempre asediada y querida por los hombres. Para ambos personajes puede haber una forma común de asumir y ser el don: apropiándose y renovando el papel de Don Juan Tenorio.