La caída del muro de Berlín en 1989 no es una marca más en el desarrollo cronológico del siglo XX; indica un umbral que cierra una época para abrir una nueva. Representa el punto de inflexión de una transición al cabo de la cual el paisaje intelectual y político experimentó un cambio radical, el vocabulario se modificó y los antiguos parámetros de análisis fueron reemplazados. La historiografía, profundamente afectada por esta ruptura, ha debido cuestionar sus paradigmas, interrogar sus métodos y redefinir sus áreas.
En La historia como campo de batalla, Enzo Traverso reconstruye de manera magistral y desde una perspectiva crítica el panorama de las transformaciones que se encuentran en el centro de los debates historiográficos actuales. Aborda las grandes categorías interpretativas para echar luz simultáneamente sobre la riqueza y los límites de sus contribuciones o de sus metamorfosis. Interroga el comparatismo histórico, primero, estudiando los usos de la Shoah como paradigma de los genocidios, y después, poniendo en paralelo el exilio judío y la diáspora negra, dos temas centrales de la historia intelectual. Por último, analiza las interferencias entre historia y memoria, entre distanciamiento y sensibilidad de lo vivido, que afectan hoy a cualquier narración del siglo XX.
«Para quienes no han elegido el desencantamiento resignado o la reconciliación con el orden dominante, el malestar es inevitable. Probablemente la historiografía crítica se encuentre hoy bajo el signo de tal malestar. Hay que tratar de volverlo fructífero».