Ella me dedicó una sonrisa irónica.
—Eso está bien. Me gusta. ¿Seguro que no eres el dios de la sabiduría?
—Me presenté candidato al puesto, pero se lo dieron a otro. Algo relacionado con la invención de las aceitunas. —Puse los ojos en blanco.
Piper se rio a carcajadas, y me sentí como si un fuerte viento por fin hubiera despejado todo el humo de los incendios de California. Le respondí con una sonrisa. ¿Cuándo había sido la última vez que había tenido un diálogo tan positivo con un igual, un amigo, un alma gemela? No me acordaba.