Lo que habitualmente llamamos “carencias nutricionales” son apenas un síntoma de algo mucho más profundo: el ensuciamiento corporal crónico. Si uno se concentra en resolver este desorden “madre”, luego, todo lo demás (incluso otros síntomas que seguramente uno padece, pero que no asocia con la causa central) remite solito; no por arte de magia, sino como fisio-lógica consecuencia.
¿Quién no ha sentido que debemos consumir mucho calcio para asegurar huesos fuertes y mucho hierro para evitar la carencia de glóbulos rojos? A modo de latiguillo, lácteos y cárnicos se han convertido en la armada terapéutica que evita osteoporosis y anemia. Pese a las ingestas récord de estos alimentos, los problemas, lejos de disminuir aumentan.