entía que le debía todo a este hombre y además, faltaba poco para que terminase enamorada de él.
Era una estupidez, pero era mucha mi necesidad de verlo, de sentirlo, de escucharle hablar, de verle sonreír. De escucharlo pronunciar mi nombre, de tocar sus manos frías y volverlas cálidas con mi tacto, de sentir sus labios, de sonreírle de nuevo.
Si eso no era enamorarse pues no tenía idea de lo que era el amor.