I hope this finds you by Ann Liang

Porque sé sin lugar a dudas que mientras le diga a Julius Gong dónde estoy, él dirá: «Quédate allí, iré a buscarte», y me encontrará, en cualquier multitud, en cualquier habitación, en cualquier ciudad. Siempre lo ha hecho.

—También eres… —Hago una pausa, desesperada por devolverle el cumplido pero incapaz de encontrar la palabra adecuada. «Hermoso» sonaría como si lo estuviera repitiendo como un loro, aunque sea verdad. Es tan hermoso que duele. Indignante, en realidad. «Lindo» es demasiado casual, se superpone con animalitos y peluches. «Guapo» tiene un tono formal y arcaico, como algo que diría nuestra anfitriona de Airbnb mientras le palmea la mejilla y le ofrece más galletas. «Caliente» parece de mal gusto, hace que suene como si estuviera deseando besarme con él, que en cierto modo lo estoy, pero aun así.

No dice que su futuro siempre ha sido emocionante gracias a ella. No solo ahora, sino también antes. La emoción que lo recorría ante la perspectiva de volver a verla en los pasillos, de estar cerca de ella, sin hacer nada en particular. Hacía que la sola idea del mañana fuera estimulante, siempre que el mañana la implicara a ella.

¿Quieres que almorcemos allí? He preparado un picnic para nosotros.

—Espera. ¿Es eso lo que has estado llevando todo el día? —Sadie pregunta, mirando su bolsa—. ¿Planeaste un picnic entero para nosotros también?

—No te sorprendas tanto.

—Yo sólo… —Sacude la cabeza y dice, en tono de incredulidad—: ¿Qué demonios, Julius? Me siento… mimada.

—Bien, bueno. Hay que mimarte —dice, intentando no parecer ridículamente satisfecho de sí mismo. Solía pensar que no había sensación mejor que vencer a Sadie Wen en una prueba, pero eso fue antes de experimentar la euforia de ganarse la aprobación de Sadie Wen.

Se va con Sadie Wen: su coconspiradora, su cocapitana, su rival, la gran pregunta y respuesta que define su vida.

—No dejaba de mirar las fotos que te había hecho en la playa y leer tus mensajes —confirma James—. Las pocas veces que lo vi sonreír fue cuando te llamaba o hablaba de ti. Siempre es Sadie esto, Sadie lo otro, a Sadie le encantaría este restaurante, Sadie es tan lista, Sadie dice que le duele la garganta así que debería hacer que le llevaran medicinas, Sadie también ha leído ese libro, Sadie es perfecta…

Julius se aclara la garganta con énfasis.

—Sadie, ¿no dijiste que realmente necesitabas encontrar el baño?

—Puedo esperar un poco más —dice Sadie inocentemente.

Bueno, para que te enteres: Aproximadamente diez minutos después de que termine la subasta, cuando la gente esté de pie tomando cócteles y tu hermano haya puesto a todos al día sobre su nuevo libro, que está siendo adaptado a una película dirigida por él, escrita por él y protagonizada por él, voy a desaparecer en el cuarto de baño, y recibirás una llamada diciéndote que tienes que irte ahora mismo, lo que será muy desafortunado, y entonces saldrás, y me reuniré contigo en la puerta principal, e iremos a probar ese sitio de burritos

Oh, me llamó un antiguo compañero de Harvard y me dijo que estaba de visita en Australia y que quería ponerse al día, así que, a pesar de lo apretada que tengo la agenda, hice un hueco para ir a verlo. Y reservó un restaurante interactivo que te permite pintar mientras bebes té…

—¿Y por qué? —no pudo evitar interrumpir Julius—, alguien querría hacer eso.

—Limpia el espíritu —dijo James con conocimiento de causa.

Julius quería limpiar su espíritu de esta conversación.

El otro día estaba ocupado trabajando en la continuación de mi novela aclamada por la crítica, premiada y bestseller internacional…

—Entiendes que no tienes que añadir esa descripción cada vez que saques a relucir tu novela, ¿verdad?

Antes, había pocas cosas que Julius odiara más que ser sorprendido haciendo un esfuerzo.

La mortificación de intentarlo. De luchar por conseguir algo antes de haberlo logrado de verdad. No es que el hecho de intentarlo tuviera nada de malo, pero no quería que nadie lo supiera. Se sentía demasiado vulnerable