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Svetlana Aleksievich

El fin del «Homo sovieticus»

  • Iván Méndez Ocampohas quotedlast year
    A veces pienso en mis compañeros de la universidad… Nos hemos convertido en cualquier cosa—altos ejecutivos de agencias de publicidad, empleados de banca, vendedores—; en cualquier cosa menos en filólogos…
  • Irasema Diazhas quoted4 days ago
    Cuando el Gulag interesaba de verdad, nosotros teníamos los labios grapados. Y ahora que podríamos contarlo todo, ya es tarde. Es como si nadie escuchara. Nadie leyera. Le llevas un manuscrito sobre tu experiencia en el Gulag a un editor y te lo devuelve sin siquiera leerlo. «¿Otra vez me venís con Beria y Stalin?—protestan—: Esto ya no vende. Los lectores están hartos».
  • Irasema Diazhas quoted4 days ago
    Él sabía quién lo había denunciado, era uno de los niños con los que compartía un taller en la Casa de los Pioneros. Tal vez lo hizo por propia iniciativa. O puede que lo obligaran a hacerlo. Escribió una denuncia acusándolo de criticar al camarada Stalin y justificar a su padre, un «enemigo del pueblo». El instructor le mostró esa carta cuando lo interrogaba.
  • Irasema Diazhas quoted4 days ago
    «Dice Susan Sontag que el comunismo es el fascismo con rostro humano…
  • Irasema Diazhas quoted25 days ago
    Las palabras guerra y cárcel son las piedras angulares de la lengua rusa. ¡Ay, Rusia! Ninguna mujer rusa ha podido vivir jamás junto a un hombre normal. Están condenadas a servirles de médicos, a curarlos.
  • Irasema Diazhas quoted25 days ago
    Cuando salían al patio, después de clase, los niños le pegaban y le escribían en la espalda con tiza: «Soy hijo de un enemigo del pueblo».
  • Irasema Diazhas quoted25 days ago
    No es moco de pavo dejar entrar en tu vida a un hombre que carga con un pasado tan doloroso: doce años en los campos estalinistas… Se lo llevaron siendo apenas un niño, con dieciséis años. Su padre, un importante dirigente del Partido, fue fusilado y su madre murió de frío en el barril lleno de agua helada en el que la sumergieron.
  • Irasema Diazhas quotedlast month
    cada otoño había que entregar grano, guisantes, patatas y un cerdo por familia. Lo entregábamos, sí, pero nos quedaba lo suficiente para nuestro propio consumo. Todo el mundo quedaba contento, mientras que antes, con los soviéticos, vivíamos en la miseria. Antes, el capataz del koljós iba marcando las jornadas de trabajo en un cuaderno y al final de año te las remuneraba con aire. Y con los alemanes teníamos mantequilla y jabón. ¡Era otra vida completamente distinta! Y la gente se alegraba de haber ganado la libertad. Los alemanes impusieron su orden… Si te olvidabas de alimentar a tu caballo, te daban un azote. Si no barrías los rastrojos en tu patio, otro… Recuerdo que decíamos que si nos habíamos habituado a vivir bajo los comunistas, también nos habituaríamos a vivir gobernados por los alemanes… Que aprenderíamos a vivir a la manera alemana.
  • Irasema Diazhas quotedlast month
    Los libros no dicen nada de eso, por supuesto… Pero quiero que sepa que bajo la ocupación alemana empezamos a vivir mejor de lo que vivíamos bajo el poder de los Soviets.
  • Irasema Diazhas quotedlast month
    En Alemania… Entrábamos en las casas y veíamos los armarios llenos de ropa de buena calidad, la ropa interior que gastaban… ¡Tenían de todo! Y montañas de vajilla. Antes de la guerra no paraban de repetirnos que en los países capitalistas se sufría. Y mirábamos todo aquello sin abrir la boca. ¡Que se le ocurriera a alguien elogiar un mechero o una bicicleta alemana! Iba de cabeza a la cárcel juzgado por el artículo cincuenta y ocho: «propaganda antisoviética».
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