Para poder experimentar y comprender algo, hace falta un lapso de tiempo que se eleve por encima del pasado o el futuro, un ahora que, como ya hemos visto, Arendt llamaba nunc stans. Sin embargo, en el momento en que percibimos el ahora, es decir, en el momento en que le damos coherencia lingüística, deja de ser un ahora vivido, deja de ser experiencia inmediata