Desde el punto de vista social, la escuela es “polarizante”, porque su funcionamiento favorece la formación de una nueva estructura de clase. En un espíritu similar al de Pierre Bourdieu y sus estudios sobre la “reproducción” en el sistema educativo,7 Illich examina las maneras en que la educación funciona como perpetuadora del privilegio social. Las sociedades contemporáneas, al atribuir mayor valor social a los altos consumos escolares, establecen una correlación perversa entre educación y privilegio. Los “capitalistas del conocimiento” que acumularon más certificados siempre serán quienes puedan aspirar a los trabajos más prestigiosos y, por tanto, a los ingresos más elevados. Pero dado que, contra lo que se predica, el aparato educativo no funciona nunca como una meritocracia, estos “capitalistas curriculares” tenderán a surgir invariablemente de los sectores ya favorecidos. Aunque asistieran a la misma escuela, los niños de familias pobres siempre van a carecer de las oportunidades educativas de los ricos —eso que Bourdieu después llamaría el “capital cultural”—. La escuela es incapaz de curar esta desventaja, Illich argumenta, porque su propio diseño de “escalera sin fin” no favorece una igualación, sino el reforzamiento del estatus de “quienes empiezan más temprano, mejor alimentados, mejor preparados”.
La escolarización divide a la sociedad en dos grupos: una minoría que goza de una escolarización completa o superior y que aumenta sus ingresos, y una mayoría marginada por una escolarización deficiente, para la cual la escuela solo representa la “posibilidad desigual” de participar en una “lotería obligatoria”. Al efecto primario de intensificar la marginación de los más desfavorecidos, la “lotería” suma la “discriminación autoinfligida” del desertor escolar, el cual se ve condenado a cargar con la idea de que su fracaso es imputable solo a él.8 Mediante estos procedimientos, la escuela crea una nueva variedad de pobres y una nueva forma de segregación social. Todo esto sucede de manera independiente a los contenidos explícitos de los programas educativos o al signo político de los regímenes en los que se inscriben los sistemas escolares: “La escuela, ya se enseñe en ella marxismo o fascismo, reproduce una pirámide de fraca