De esta forma nos percatamos de que, en cualquier momento, la mayor parte del cuadro tal y como lo percibimos no está localizado en la retina del ojo, ni siquiera en el plano del cuadro, sino en el ojo situado en el cerebro (véase Hochberg, 1968). Y es en este ámbito, hasta el momento misterioso, donde la escena representada se almacena de forma codificada, y no como reflejo mental de la escena. Lo que se codifique realmente, y la forma en que se haga, depende de la tarea del observador, de lo que pueda prever y almacenar y del lugar al que mire.