La vida apacible y conservadora de un pueblecito de montaña se ve sorprendida por la llegada de María, la nueva telefonista y heraldo de la transformación social que no todos en la comunidad de Colloco están dispuestos a aceptar. María viste pantalones, escucha la radio, no está casada ni busca marido, su deseo es “estar sola y en paz”, con lo que despierta el deseo de algunos, la envidia de otros y el recelo de muchos. La crítica de su tiempo intentó asimilar la escritura de Brunet bajo la etiqueta de “criollista” a fin de reducir el efecto de su agudeza. Sin embargo, como indica en su prólogo la escritora Alia Trabucco Zerán: «en las antípodas de ese objetivo de ensalzamiento nacionalista, la mirada de Brunet recae persistentemente en las fisuras: atisba la hondura de la crisis del campo, exhibe la violencia contra las mujeres y se centra, además, en un sujeto femenino […] para complejizarlo y erigirlo en sujeto propiamente literario”.