Karen se interesó por mis maneras de hacer de profesor. Yo la invité a acompañarme durante un semestre. Y entre los dos fuimos destilando las palabras que componen una manera propia, contingente, de ejercer el oficio.
Como nos dijo nuestro amigo Antonio Rodríguez: «Lo que habéis hecho no me parece un retrato personal del profesor Jorge Larrosa y menos aún una idea abstracta de qué es y qué hace el profesor, sino algo que aparece porque un profesor estaba allí, en aquel momento, en la compañía atenta, curiosa y delicada de una profesora, dispuestos a darle vueltas a lo ínfimo y cotidiano de sus quehaceres. Os tocó estar allí y hacer de médiums, dar forma y cauce a una manera de leer el mundo y de hacer mundo. La figura que compone este diccionario, la P de profesor, no es otra cosa que un catálogo de gestos (casi una fenomenología gestual), de herramientas, de dispositivos, de estados de ánimo, que podrían haberse encarnado de otra manera en otros sujetos, pero que os han recorrido a vosotros por un momento, para hacer un tiempo y acotar un espacio, para dar a ver y a vivir una manera de pensar, de decir y de hacer que en este libro toman cuerpo y palabra».