El arte, en vez de producir un silencio frente a eso que no se puede nombrar, encuentra la manera de atrapar algo de ello y transmitírselo al otro. Siendo algo absolutamente singular (el arte es la producción de la historia singular de la persona, lo más íntimo de cada uno), no nos deja a los espectadores por fuera de esa experiencia, sino que logra conmovernos, afectando nuestro cuerpo, impactándolo, haciéndolo temblar, sudar, quebrando la voz, haciendo un nudo en la garganta, así no sepamos nada de la historia del artista ni de los móviles de su obra. Es el milagro del arte, el hecho de que algo absolutamente singular le dice a cada uno algo de su propia historia vital.