La gente me encuentra más interesante ahora que tengo más dinero. No sé si lo soy –probablemente no–, pero me encuentran más interesante. Eso es un consuelo. Me gusta comprar cosas y poseer cosas y tirarlas si no me gustan. Compré un tostador el otro día y al cabo de una semana no me gustaba su aspecto y lo tiré a la basura. Eso es un consuelo. Me gusta contratar a la gente para que me haga las cosas que no me apetece hacer, lavar el coche, limpiar el apartamento, hacer la compra. Eso es un consuelo. Aunque tengo mucho menos dinero que algunas de las personas con las que trato, tengo mucho más dinero que muchas de las personas con las que trato. Eso es un consuelo. Y si continúo ganando al ritmo que estoy ganando en este momento e invierto sensatamente, entonces podré vivir cómodamente desde que me retire hasta que me muera. El dinero, me parece a mí, es mucho más consolador que la filosofía cuando se trata de preocuparse por ese período de nuestra vida.