Al hacer el esfuerzo heroico de compartir sus magros recursos, contener la ira y el deseo de venganza, y atender a los demás incluso cuando ellos mismos se encontraban debilitados, Jesús y los prosélitos de Pablo, más tarde, se estaban sistemáticamente destronando a sí mismos del centro de su mundo y colocando en él a los demás. Así alcanzaban ese estado de altruismo que otros han buscado en el yoga, cuyo objetivo es extraer el «yo» de nuestro pensamiento y conducta, esa autoobsesión que limita nuestra humanidad y nos impide alcanzar la trascendencia conocida como Brahmán, Tao, Nirvana o Dios.