Los egipcios consideran que la llegada de una serpiente a una casa es un buen presagio y que sería tentar la mala suerte matarla, y las largas horas que Leila pasaba a solas consigo misma en el pequeño pabellón de verano no hubieran sido perfectas sin esa cobra indolente que había aprendido a beber la leche en un platillo, como un gato.