Sólo cuando Tom metió un sillón, colocó un árbol del caucho al lado y luego incluso empapeló los espejos de la cabina con papel pintado, los crónicos insomnes comenzaron a sospechar. Pero hasta que lo descubrimos agachado en el suelo del ascensor, con un pijama a cuadros, preparándose unos huevos fritos en un hornillo de camping gas, no nos dimos cuenta de que él era Tom, el mismo individuo que tanto tiempo llevaba viviendo aquí, demasiado para echarlo sin más, aunque algunos no habrían dudado