Zona de obras

porque solo permaneciendo se conoce, y solo conociendo se comprende, y solo comprendiendo se empieza a ver

dar consejos es oficio de soberbios. Entonces, cuando me preguntan, digo: no, ninguno, nada.

La forma en que la gente da órdenes, pregunta un precio, llena un carro de supermercado, atiende el teléfono, elige su ropa, conduce, hace su trabajo y dispone las cosas en su casa dice, de la gente, mucho más de lo que la gente está dispuesta a decir de sí

Y si las palabras que escribimos están tremendamente vivas quizás no hagan que el mundo sea un lugar mejor, quizás no hagan que las cosas cambien, pero alguna vez alzarán su mirada terrible y mirarán a un lector a los ojos y le dirán lo que tengan que decir. No podemos saber qué hará el lector con eso. Pero escribir es, también, habitar ese riesgo.»

Como decía, la felicidad de escribir –de haber escrito– se desvanece rápido.

que hay que responder con el cuerpo, el alma y la cabeza a las consecuencias de todo lo que hacemos –

«Entre la espada y la pared siempre se puede elegir la espada.»

diciéndome que no podía leer a Cortázar sin saber quién era Chéjov, y que aunque lo que Cortázar escribía me pareciera fácil, era producto de horas de tecleo sobre la máquina.

Nada de todo eso me daba vergüenza: más bien, alimentaba un odio hermoso, refulgente. Cuando yo creía que había aprendido algo, él saltaba enfebrecido sobre mi yugular y abría otro canal por el que sangraba una hemorragia de ignorancia plena

El señor Equis pudo haber sido la espada de mi muerte, pero fue, en cambio, la piedra de mi templanza.