Por tanto, no debe jamás apartar del pensamiento el ejercicio de la guerra, y en la paz ha de ejercitarse más aún que en la guerra, cosa que puede hacer de dos maneras: con las obras y con la mente. Respecto a las obras, además de tener bien organizados y preparados a sus soldados, debe participar siempre en las cacerías para acostumbrar el cuerpo a las incomodidades y, al tiempo, conocer la naturaleza de los lugares observando dónde se alzan las montañas, dónde se abren los valles, por dónde se extienden las llanuras y cómo son los ríos y ciénagas; todo ello con la máxima atención