—¿Celaena? —le preguntó Sam en la oscuridad—. ¿Puedo dormirme sin miedo a no despertar mañana?
Ella parpadeó y luego rio por lo bajo. Como mínimo Sam se tomaba en serio sus amenazas. Ojalá pudiera decir lo mismo de Rolfe.
—No —replicó—. Esta noche no.
—Alguna otra pues —musitó él.
Al cabo de pocos minutos, se quedó dormido.