Esta recopilación de escritos de Pedro G. Romero sobre flamenco abarca un periodo que va desde 1998 hasta 2013. En el cambio de siglo, son 15 años de profundas mutaciones en el propio campo del flamenco marcado por artistas como Enrique Morente, recientemente desaparecido, Israel Galván o Niño de Elche. El propio autor gusta de subrayar sus vínculos con los trabajos de estos artistas y otros muchos, desde Rocío Márquez hasta Tomás de Perrate, Inés Bacán, Alfredo Lagos o Proyecto Lorca. Pero no es sobre la guitarra, el cante o el baile flamencos que versan estos textos. Lo que se aborda es el amplio campo de la producción estética del flamenco, sus implicaciones políticas y sociales, especialmente en su relación con las artes visuales, el arte de vanguardia y otras producciones que, precisamente, en su relación con el flamenco, cuestionan los departamentos estancos de las distintas disciplinas del conocimiento. Los vínculos del flamenco con las vanguardias, antes y después de la guerra civil española, centran los estudios que aparecen en este libro, amén de escritos sobre Vicente Escudero, Helios Gómez, José de Val del Omar, por un lado, y José Pérez Ocaña, Darcy Lange o el colectivo francés 4Taxis, por otro. Resulta, entonces, que el entendimiento del espacio del flamenco no se limitaría a su práctica musical o dancística, tampoco al ámbito social, laboral o geográfico donde se produce, sino que hay elementos, operaciones y modos de hacer que se consideran flamencos sea cual sea su campo de producción estética. Así, podríamos averiguar con precisión qué lugar ocupa el flamenco en el reparto de lo sensible.