En los caminos se forjan historias. Unas llegan a las tabernas flotando como polvo en el viento, otras pasan de boca en boca entre los mercaderes o los viajeros solitarios. Pero algunas, las mejores, solo las conocen los mensajeros.
Keith el Cojo ama su trabajo, ir de aquí para allá entregando paquetes, cartas con noticias buenas y no tan buenas, conociendo nuevas caras. «Solo dime dónde ha de ir la mercancía y allí irá" es su sencillo lema. Aunque las cosas, al final, no suelen ser tan simples. Las adversidades parecen perseguirle, quién sabe por qué. Y los fantasmas, las civilizaciones perdidas… incluso alguna que otra criatura escupefuego.
Al final el mensaje siempre acaba llegando donde debe, eso sí. Y al morir el día, las penalidades merecen la pena con tal de acabar contando a su jefa una emocionante historia del camino.