Estaría bien poder citar a Chesterton reproduciendo lo que este hubiese dicho de… Chesterton. Aseguraría una frase brillante. Ante ese imposible, solo cabe señalar su agudeza, su ingenio, su independencia, su sentido del humor, su amor por la verdad. En estas Impresiones de Irlanda, el gran escritor inglés da su opinión sobre el país que conoció en 1918, durante un periodo de especial turbulencia que desembocaría en la independencia de parte de la isla (únicamente 26 de los 32 condados, y ello con Troubles y problemas que, aunque en la actualidad ya no sangrientos y suavizados, continúan).
Irlanda suscita entusiasmos por su paisaje y sus gentes, por su música y tradiciones, que la hacen una de las naciones más atractivas de Europa, con un nimbo de romanticismo al que han contribuido la tragedia de su historia y la bruma teñida de misticismo del llamado crepúsculo celta. Sin embargo, aquí Chesterton no cae en el apasionamiento y, recorriendo el país y manteniendo conversaciones con sus habitantes, entre los que se incluyen figuras tan sobresalientes como la de W. B. Yeats, indaga en los motivos de un largo conflicto y respalda, asistido por la razón, la legitimidad de los deseos irlandeses de autogobierno. La atención de Chesterton sobre cualquier tema es siempre un prodigio; fijada sobre Irlanda, ya de por sí fascinante, un festín de y para la inteligencia. A.R.T.