Bernini capta el momento más profundo del coito espiritual de la santa, en el que Dios transforma el supremo desasosiego de su carne en el divino deleite de su alma.
A cada lado de la capilla pueden verse esculturas de hombres de la familia Cornaro, detrás de unos balcones, al final de las arcadas abovedadas. A veces se dice que están observando, literalmente, como los espectadores en un teatro. Pero no es así: están pensando en el misterio del acontecimiento y del ritual de las misas que los sacerdotes habitualmente celebran en nuestro reino terrenal. La de Teresa es una visión interior, y la de ellos, también.
El arte de Bernini es el paradigma de lo que conocemos como «barroco»: dominado por movimientos complejos y contrastados, con fluidez espacial, asimetrías dinámicas y una luz y un colorido potentes. Sin embargo, por si nos sentimos tentados a oponer el «clásico» Poussin al «barroco» Bernini, vale la pena observar que el defensor de Poussin, Paul Fréart de Chantelou, era también gran admirador y compañero de Bernini, quien a su vez no sentía menos pasión por la Antigüedad que Poussin, aunque la contemplaba con ojos distintos