En cuanto al destino ulterior de su alma, Pinho (como me aseguró a mí miso) «sólo desea, después de muerto, que no le entierren vivo». Aun acerca de punto tan importante, como es para un comendador su mausoleo, Pinho se contenta con poco: apenas una lápida lisa y decente con su nombre y un sencillo «Rogad por él».