La guerra duele. La guerra me duele. Sus heridas han impactado en mi corazón y os aseguro que siento cómo un pueblo se desangra y muere. Aunque está vivo y no deja de luchar, incluso en aquellos que abandonados solo pueden gemir implorando una paz o una tregua que no acaba de llegar.
Por eso no puedo dejar de clamar y reclamar atención sobre ellos, porque están entre nosotros. Hemos abierto corredores humanitarios, y ellos y ellas no son cifras, ni números, ni estadísticas: son personas. Por ellas, hoy, en estas páginas, quiero recoger su recuerdo, su testimonio, y también llamar la atención sobre todo lo que estamos haciendo, desde aquí, para ayudarles a reconstruir su esperanza.