No soporto la nostalgia, la normalidad, la maldad, la imperiosidad, la bulimia, la amabilidad, la melancolía, la congoja, la inteligencia y la estupidez, la altanería, la resignación, la vergüenza, la arrogancia, la simpatía, la doblez, el pasotismo, el abuso de poder, la ineptitud, la deportividad, el buen corazón, la religiosidad, la ostentación, la curiosidad y la indiferencia, la puesta en escena, la realidad, la culpa, el minimalismo, la sobriedad y el exceso, la indefinición, la falsedad, la responsabilidad, la despreocupación, la excitación, la sabiduría, la determinación, la autocomplacencia, la irresponsabilidad, la corrección, la aridez, la seriedad y la frivolidad, la pomposidad, la necesidad, la miseria humana, la compasión, la tenebrosidad, la previsión, la inconsciencia, la capciosidad, la rapidez, la oscuridad, la negligencia, la lentitud, la medianía, la velocidad, lo ineluctable, el exhibicionismo, el entusiasmo, la dejadez, el virtuosismo, el diletantismo, la profesionalidad, la determinación, el automovilismo, la autonomía, la dependencia, la elegancia y la felicidad.
No soporto nada ni a nadie.
Ni siquiera a mí mismo. Sobre todo a mí mismo.
Sólo soporto una cosa.
El matiz.